Una guía muy interesante para aquellos que quieran virtualizar sus clases presenciales. Además, los datos obtenidos se pueden usar para mejorar la retención y el éxito estudiantil.
La educación superior sigue instalada en la incertidumbre, con la única certeza de que este año — y probablemente el próximo– no será un curso académico como otro cualquiera, ni para los alumnos ni para las instituciones que les prestan servicios. Se podría pasar de la presencialidad intermitente que ahora se vive en muchos campus a la docencia totalmente virtual o semipresencial de la noche a la mañana. ¿Están los profesores y las instituciones educativas mejor preparados para adaptarse a la volatilidad que conlleva esta crisis sanitaria? ¿Cómo afecta al éxito estudiantil?
Empecemos por el principio. No hay duda de que con la irrupción de la pandemia la tecnología ha llegado para quedarse en el campus. Por tanto, el COVID-19 no es sólo sinónimo de malas noticias, puesto que ha conseguido acelerar la implementación de los modelos de formación híbrida y online en la educación superior y continua, cuestión que los estudiantes de todo el mundo estaban demandado desde hace tiempo. Francesc Pedró, director de UNESCO- IESALC, comentaba en un webcast titulado “Regreso al futuro: la educación superior en el mundo pospandémico” que hasta un 80% de los alumnos de EE.UU. querían que se introdujera el componente online en los cursos universitarios mucho antes de la pandemia. En este sentido, decía, “los estudiantes ya llevaban un paso de ventaja en cuanto a esta tendencia”.
Desde el lado de los profesores la situación era algo distinta, porque es posible que no estuvieran tan abiertos a la tecnología ni tan preparados desde el punto de vista pedagógico y psicológico para realizar esta transición a lo digital. “La urgencia con la que hubo que virtualizar las clases les generó mucha presión”, señala Largio Romero, VP de Estrategia y Tecnología de eClass, una empresa que lleva 16 años creando metodologías para la enseñanza online. Y añade que muchos docentes no estaban preparados para cambiar de un día para otro su forma de impartir clases: “no estaban familiarizados con plataformas de aprendizaje en línea e incluso el nivel de uso en las Instituciones que ya contaban con alguna, no era muy alto”.
A la hora de la verdad, la falta de acceso a la tecnología por parte de los alumnos y otros factores de tipo económico que comentamos en un blog anterior han generado un ambiente de incertidumbre “que debería aumentar la tasa de abandono”, vaticina Romero. Sin embargo, el tiempo parece que está jugado a favor de las instituciones a la hora de prepararse para seguir entregando experiencias educativas de calidad y servicios vitales para los estudiantes. Según una encuesta de EDUCAUSE, los alumnos de EE.UU. tienen un renovado optimismo en cuanto al diseño de cursos online y apoyo educativo que están recibiendo por parte de las instituciones y los docentes. Consideran que los profesores e instituciones están mejor preparados ahora para los desafíos del año académico que al principio de la crisis sanitaria.
Primero la pedagogía y después la tecnología
A pesar de lo anterior, todavía quedan muchos retos por delante para mantener motivados e involucrados a los estudiantes, algunos de ellos muy vinculados con la pedagogía. Según Oscar Bidiña, Staff Manager de eClass, el mayor desafío al que se enfrentan los docentes “es el cambio total de paradigma, lo que los obliga a salir del mundo conocido, que representa su zona de confort, a algo completamente desconocido”. Según explica, la dinámica de una clase presencial con los distintos tipos de interacciones poco tiene que ver con lo que ocurre en una clase online. “Es por eso que la clase online debe ser planificada y pensada desde un punto de vista más amplio, holístico si se quiere, en donde el estudiante deja su rol pasivo y comienza a generar su propio aprendizaje con la ayuda del docente. El docente se transforma en un facilitador de aprendizaje o de actividades conducentes al mismo, más que un impartidor de contenido teórico”.
Bidiña va más allá y propone las siguientes 3 áreas de actuación clave para planificar una clase en línea exitosa en cuanto a aprendizaje y experiencia satisfactoria del estudiante:
- Replantear el resultado esperado: ¿Qué conocimiento de salida debe tener el estudiante? ¿Cómo lo voy a comprobar? ¿Qué estrategia voy a utilizar si no se logra? Estos objetivos nos hablan de la necesidad de plantear el conocimiento en base a lo que el estudiante va a poder hacer con el mismo.
- Contenido e interacción:¿Cómo se relacionan los contenidos con su utilidad en la vida real? ¿Es algo que los estudiantes deben escuchar, ver, leer? ¿Es algo que los estudiantes pueden hacer solos? ¿Es necesario que los estudiantes se comuniquen entre sí/participen activamente en forma oral o escrita? Esto está relacionado con el sentido y tiene un significado profundo que involucra el replantearse cuál es el mejor uso del tiempo en una clase online. Para ello necesito:
- Elegir el material adecuado para la clase que sea visualmente accesible desde un computador o teléfono celular en cuanto a fuente, tamaño y cantidad de texto o imágenes.
- Organizar la distribución de actividades dentro de la duración de la clase. Tener en cuenta los tiempos de participación activa de los estudiantes, retroalimentación y recapitulación de contenidos.
- Promover la discusión y el intercambio de ideas en turnos, para que escuchen y se expresen con respeto.
- Herramientas tecnológicas: Según las respuestas a los puntos anteriores, el docente deberá conocer, experimentar y seleccionar aquellas herramientas que le permitan lograr los objetivos, cubrir los contenidos y lograr la interacción necesaria para adquirirlos. Se trata de explotar los aspectos más positivos que me ofrece el medio, la sala virtual, y complementarlo con otras herramientas que permitan una amplia variedad de exposición a la materia por parte del alumno. Para ello necesito:
- Elegir qué actividades del contenido digital utilizar y cuáles no. Adaptarlas y personalizarlas de acuerdo a los intereses de los estudiantes y la herramienta tecnológica seleccionada.
- Complementar los materiales académicos prescritos con recursos web (noticias, videos cortos, imágenes, podcasts, juegos) al compartir pantalla o descargarlos con anterioridad.
Por último, el líder de los docentes de eClass, en cuyo sitio web se puede encontrar un curso inicial gratuito para transformar una clase presencial en online, sugiere que tanto los profesores como los alumnos deben reaprender a enseñar y a aprender. “Se trata de un proceso con mucha prueba y error, como cualquier actividad nueva que realizamos. Lo importante es tener siempre los objetivos claros, estar dispuesto a salir del encierro de la sala presencial y abrirse a todas las ventajas que ofrece la tecnología de la mano de nuevas estrategias y técnicas”.
A mayor virtualización, mayor cantidad de datos que interpretar
En opinión de Romero, cuando ya no se pueden tocar la tiza, el plumón y el pizarrón, sólo queda aprender técnicas y herramientas pedagógicas nuevas, porque la educación digital es mucho más que transformar una clase presencial en una virtual sincrónica. “Se trata de diseñar contenido con tecnología para generar una experiencia de estudio, que parte del contenido, pero que además necesita acompañamiento para que ese proceso de estudio termine con éxito”, destaca.
Justamente en esto radica la diferencia entre la formación tradicional y online: en esta última, al disponer de mucha más información sobre los alumnos, los profesores o los coordinadores de las instituciones educativas pueden actuar a tiempo para incrementar las opciones de mejorar la retención.
Y es que, a pesar de la incertidumbre, la tendencia en cuanto a disponibilidad de información está clara. Cada vez más docentes e instituciones adoptarán la virtualidad y se generarán mayores cantidades de datos acerca de los intereses, rendimiento y nivel de participación de los alumnos en el campus. El fondo de la cuestión es cómo integrar e interpretar esos datos para lograr que contribuyan a mejorar el éxito estudiantil.
Por eso, ahora más que nunca, y pensando también en el largo plazo, los líderes de las organizaciones educativas deberían centrar gran parte de los recursos disponibles en la comprensión de estos datos y alinear todos los programas educativos, de asesoramiento, políticas de financiación, etc. para que apunten en la misma dirección: la del éxito de sus alumnos en el contexto de volatilidad que nos está tocando vivir.